Cuando te
conocí, caminaba absurda,
no creía en
gente muriendo y deshaciendo sueños
mientras
ahorraban palabras para no vomitar los males.
Sin
permiso, sin un toque a la puerta,
y sin yo
saberlo, te estabas volviendo en uno de esos amores
de los que
aquella gente se acercaban
con los
brazos abiertos. Y yo esquivaba
Aquel día
me dijiste
–eres linda
como cuando se es lindo sin tantas cosas-
y te creí,
y no porque lo sea,
te creí
porque tuve necesidad de ti
y de saber dónde
habías estado todo este tiempo
y de saber
en qué clase de hueco me metí para
no haberte
hallado antes,
porque no
eras como se dice que deben ser las personas:
no eras
común, tu mente segura, perspicaz;
persistente,
audaz, el que nunca perdía,
el que
siempre tenía respuestas,
encantador
y altivo
con tus
talentos de dios cantante;
y esa risa encantadora,
fresca,
como esas risas
falsas de los locutores de radio de pueblo,
que en ti,
en ti nunca pareció falsa;
y también
estaban las madrugadas,
aquellas en
las que me perdí contigo, una y otra vez y aunque lejos,
nuestras
almas fueron una misma-siempre-;
lo que
intento decir, es que cada rareza,
cada estado
de ánimo,
cada
arrebato de celos,
cada
sonrisa,
cada
canción,
me hizo
respirar profundo
y entender
que de eso quería vivir.
Porque si
lo pienso,
tal vez pude
darte algo menos sincero,
algo en lo
que se dieran besos mentidos,
besos
atolondrados y no esos besos llenos de mí,
de mi vida,
de mis necesidades, de mis miedos,
de mis
esperanzas.
Tal vez si
te hubiera dado más de lo que querías
y menos de
una verdad dibujada en el corazón,
tal vez,
tal vez hubiera
podido vivir mi vida llena de eso
que siempre
prometiste.
Había
noches en las que llamabas a la calma
y exhortabas
al paso al paso,
¿pero cómo
carajos iba a hacer algo así
cuando lo único
que quise
fue convertir
mi vida la tuya?
No sabía
cómo se debían manejar esos temas,
lo acepto,
no fui profesional, y perdí la compostura,
te entregué
mi amor sin espacio, sin medida,
sin
racionar, sin calma. Y entonces te perdí.
A veces me
pregunto si los amores de todos son así,
digo, hay
tantos felices, con estrellas en sus manos
que creo
que a mí me tocó la parte
donde el
big bang hizo explosión,
y a partir
de ahí nacieron las estrellas que no me
corresponderían
nunca.
Y eso ha
destrozado cada lugar menos pensando
de mi puta vida
sin ti.
Ojalá lograras
aceptar que fuiste tú quién me
convirtió en
este desespero de mujer,
y que es tu
nombre el que está tatuado en mi piel.
El tuyo y
no el de nadie más.
Soy tuya.
Lo fui aun
sin saberte,
lo seré aun
sin tenerte.
Hombre, te
amo con angustia, con duelo,
te amo en
el desespero,
en la lluvia,
y te amo aún sin estrellas en mis manos.
Te amo y
desde que caminaste entonando
melodías de
un adiós para mí,
la mierda
fue más mierda,
y la puta
existencia ya no fue una puta cualquiera,
ahora es
una puta que se revuelca en
la mierda
que fue más mierda sin ti.
Pero te amo
siempre.
Mi castigo,
mi trampa, mi amor.
Tú.
-Jarhat Pacheco