jueves, 18 de junio de 2015

Mi castigo, mi trampa, mi amor.

Cuando te conocí, caminaba absurda,
no creía en gente muriendo y deshaciendo sueños
mientras ahorraban palabras para no vomitar los males.
Sin permiso, sin un toque a la puerta,
y sin yo saberlo, te estabas volviendo en uno de esos amores
de los que aquella gente se acercaban
con los brazos abiertos. Y yo esquivaba

Aquel día me dijiste
–eres linda como cuando se es lindo sin tantas cosas-
y te creí, y no porque lo sea,
te creí porque tuve necesidad de ti
y de saber dónde habías estado todo este tiempo
y de saber en qué clase de hueco me metí para
no haberte hallado antes,
porque no eras como se dice que deben ser las personas:

no eras común, tu mente segura, perspicaz;
persistente, audaz, el que nunca perdía,
el que siempre tenía respuestas,
encantador y altivo
con tus talentos de dios cantante;
y esa risa encantadora, fresca,
como esas risas falsas de los locutores de radio de pueblo,
que en ti, en ti nunca pareció falsa;
y también estaban las madrugadas,
aquellas en las que me perdí contigo, una y otra vez y aunque lejos,
nuestras almas fueron una misma-siempre-;

lo que intento decir, es que cada rareza,
cada estado de ánimo,
cada arrebato de celos,
cada sonrisa,
cada canción,
me hizo respirar profundo
y entender que de eso quería vivir.  

Porque si lo pienso,
tal vez pude darte algo menos sincero,
algo en lo que se dieran besos mentidos,
besos atolondrados y no esos besos llenos de mí,
de mi vida, de mis necesidades, de mis miedos,
de mis esperanzas.
Tal vez si te hubiera dado más de lo que querías
y menos de una verdad dibujada en el corazón,
tal vez,
tal vez hubiera podido vivir mi vida llena de eso
que siempre prometiste.

Había noches en las que llamabas a la calma
y exhortabas al paso al paso,
¿pero cómo carajos iba a hacer algo así
cuando lo único que quise
fue convertir mi vida la tuya?

No sabía cómo se debían manejar esos temas,
lo acepto, no fui profesional, y perdí la compostura,
te entregué mi amor sin espacio, sin medida,
sin racionar, sin calma. Y entonces te perdí.

A veces me pregunto si los amores de todos son así,
digo, hay tantos felices, con estrellas en sus manos
que creo que  a mí me tocó la parte
donde el big bang hizo explosión,
y a partir de ahí nacieron las estrellas que no me
corresponderían nunca.
Y eso ha destrozado cada lugar menos pensando
de mi puta vida sin ti.

Ojalá lograras aceptar que fuiste tú quién me
convirtió en este desespero de mujer,
y que es tu nombre el que está tatuado en mi piel.
El tuyo y no el de nadie más.
Soy tuya.
Lo fui aun sin saberte,
lo seré aun sin tenerte.

Hombre, te amo con angustia, con duelo,
te amo en el desespero,
en la lluvia, y te amo aún sin estrellas en mis manos.
Te amo y desde que caminaste entonando
melodías de un adiós para mí,
la mierda fue más mierda,
y la puta existencia ya no fue una puta cualquiera,
ahora es una puta que se revuelca en
la mierda que fue más mierda sin ti.
Pero te amo siempre.
Mi castigo, mi trampa, mi amor.

Tú. 

-Jarhat Pacheco